viernes, 29 de marzo de 2019

CILE 2019, desde el otro lado del charco


CILE 2019
A propósito del VIII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE 2019) desarrollado en Córdoba, Argentina desde el pasado miércoles 27 hasta el sábado 30 de marzo de 2019 y como cordobesa, argentina y residente en Cataluña desde hace más de 15 años, defiendo el repudio de parlamentarios cordobeses al rey de España Felipe VI por pertenecer a la monarquía como un sistema anacrónico que se repite, que no suma, que permite atentados contra la libertad de expresión. Por darle la espalada a la posibilidad de elegir en el referéndum del 1 O de 2017 y, mucho más grave, justificar descaradamente el uso de la fuerza y la violencia de los órganos del Estado español durante ese proceso para impedir lo que no se supo gestionar dialogando. También por permitir el encarcelamiento y un juicio injusto y sesgado -todavía en marcha- de la mayoría de miembros del ex gobierno catalán como presos políticos y enmarcar en la “justicia” un conflicto que se debería haber resuelto en el ámbito político.
Pero -no por ello y aún teniendo reparos de cómo se gestiona la lengua española a través de su principal institución como es la Real Academia de la Lengua integrada por 478 hombres frente a 11 mujeres desde 1713 hasta la actualidad y sin desconocer las marcas en el lenguaje que al universo femenino nos deja relegado- como periodista, escritora y amante de las letras sostengo que para Córdoba, para Argentina, para los casi 500 millones de hispanohablantes y para el mundo entero este Congreso tiene un valor incalculable.
La presencia de grandes personalidades de la cultura internacional que se aglutinan en tres días sobre un mismo escenario para hablar sobre la lengua española y del que verdaderamente me hubiera gustado mucho participar, así lo justifican. Además de todas las actividades que acompañan desde la semana anterior este contexto enriquecedor del festival de la palabra.
La lengua es una flor al sol que nos abre la puerta de otros mundos intrínsecos por descubrir que siempre suman y dejan huella. Abramos nuestra cabeza y nuestro corazón desde todas las latitudes para nutrirnos de sus matices, más allá de los contextos que la utilizan para decir o no decir en nombre de ella. Porque es un arma democrática en sí misma, porque es una herramienta primordial para entendernos, porque es un vehículo facilitador de cercanías.

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