Mi abuela, mi hermana y yo en mi cumple de 1 año |
Querida
abuela:
Hoy cumplirías 95 años, “del 19” -como decías. No
puedo dejar pasar la lluvia de recuerdos que salieron al abrir el cajón de las
memorias. Aún se me hace agua la boca cuando pienso en tu torta* de crema
pastelera y chocolate o en tus naranjas rellenas de crema de naranja cortadas
en piquitos y adornadas con chantillí*. Todavía sé saborear la vainilla de tus
postres y el sabor del membrillo en la pasta
frola* cuidadosamente amasada.
Si supieras que ya he dejado de comerme las uñas y
que ahora soy yo la que repite eternamente a mi hija Lucía “no te comas las
uñas” y ella completa “como te decía tu abuela ¿no?”, mientras repasamos la
historia familiar. Y dice lo mismo que yo cuando era pequeña: “Me gustaría
ver al abuelo Adolfo, ¿por qué no se puede?” y yo respondo exactamente con la
misma letanía “porque está en el cielo y mamá tampoco lo pudo conocer, aunque
le hubiera gustado mucho”.
Todavía me parece escuchar tus indicaciones de que
hace frío y me ponga la campera* cada vez que voy a salir y recojo abrigos para
todos. El orden me persigue por mi casa, por mi cabeza, por mi vida como un
Karma que heredé de vos y supongo que aunque me odie por esto seguirá conmigo y
lo más triste es que lo continuaré trasmitiendo. Es casi una obsesión con la que
lucho a diario para no autoerigirme pero recuerdo tu orgullo al decirme que te
encantaba que fuera tan ordenada y sonrío en silencio. Las zapatillas, una al
lado de la otra, los almohadones golpeados
a los lados y puestos en su sitio, los cubiertos a la derecha si se acomodan
juntos para la comida diaria o el tenedor a la izquierda y el cuchillo a la
derecha con el filo hacia adentro para las grandes ocasiones. La cama
perfectamente estirada, la ropa doblada y
las toallas limpias.
Creo que tus cajones posiblemente sigan oliendo a
perfume y tus camisones sigan ahí esperando ser estrenados para cuando estés
enferma, cosa que nunca entendí. Cuando visto a Lucía para ir al colegio me
acuerdo de cómo nos calentabas las medias en el Eskabe* durante el invierno para que tuviéramos los pies calentitos
y con qué prolijidad nos hacías las coletas, esa que intento imitar cada día al
tomar entre mis manos el cabello fino de mi hija que se parece al mío en eso,
aunque ella tiene unos rizos al final de su cabellera que me pierden y la misma
cantidad que su papá.
Cada vez que elijo meticulosamente la ropa para mi bebé
Sofía te imagino disfrutar en el más allá, ya que tu huella estética y la de
mamá están presentes. El chupete combina con la cinta y también con el
estampado del vestido; el gorrito, la chaqueta, los zapatitos también hacen
juego y los colores se conjugan para hacernos cómplices con el paso del tiempo.
Es como jugar a las muñecas, esas que amabas regalarme para mis cumpleaños por
sobre otras de mis elecciones.
A veces me pregunto por qué me gusta contar
historias y recuerdo nuestras charlas sobre capítulos familiares que yo
escuchaba y ejercitaba para la construcción de mis propios personajes. María y
Luis, el nombre de tus padres. Anita, Modesta, Elena, Segundina, Justa y Cita,
todas tus hermanas en orden de mayor a menor. Ignacio, Francisco, Tito, Antonio,
Benito, Nelo y Chiche el de tus hermanos. Siete mujeres y siete varones,
catorce hijos. ¡Los Ambrosino de San Vicente, qué familión!
Eras como una portavoz que entre caramelo y
caramelo sabía hilvanar algo más que un ruedo* de pantalón, una portadora de
curiosidad que disfrutaba paseando en auto con mamá por Leones, tu pueblo de
adulta, comentando las novedades de la gente para detenernos en la heladería Ferrero y que Cele o yo fuéramos a
comprarte un helado de dos bochitas* de granizado y dulce de leche o una gran
tasa de un kilo para compartir en familia con la licencia de acabártela si
nadie se servía más.
Cata querida, como todos te conocían, gracias por
haberme regalado una infancia con sabor a vainilla, un legado de aprendizajes
que me susurran al oído y me enaltecen ante mis hijas y una veintena de
obsesiones que te he heredado y que me desnudan ante cualquiera. Gracias por
haberme amado y consentido, por haberme trasmitido el valor de las tradiciones
y por cerrar este octubre de recuerdos a borbotones para que la vida deje de
sangrar.
Te quiero mucho…
*torta = pastel o tarta dulce
*chantillí = (de la ciudad francesa Chantilly), crema azucarada y perfumada con vainilla
*pasta frola = (del italiano pasta frolla), tarta típica de la gastronomía argentina
*campera = chaqueta
*Eskabe = calefactor a gas
*ruedo = bajos de un pantalón
*bochitas = bolas de helado
*chantillí = (de la ciudad francesa Chantilly), crema azucarada y perfumada con vainilla
*pasta frola = (del italiano pasta frolla), tarta típica de la gastronomía argentina
*campera = chaqueta
*Eskabe = calefactor a gas
*ruedo = bajos de un pantalón
*bochitas = bolas de helado
Me ha gustado mucho el relato de tu abuela. Me ha recordado a mi suegra toscana, que también hubiera cumplido 95 años, ella también era cariñosa, complaciente y afectuosa. Además le gustaba el orden y la limpieza. Sus cajones emanaban aromas de flores. Yo también aprendí mucho de ella. Un abrazo
ResponderEliminar¡Me alegro mucho Fina! Gracias por compartir también tus recuerdos. Un abrazo!
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