viernes, 27 de noviembre de 2009

Renacuajito




http://www.youtube.com/watch?v=2ONRLOkhqvU


"Había una vez un renacuajo tan chiquitito que todos le llamaron Renacuajito. Nació a la orilla de un río de un bravo verano cuando el sol caía con fuerza en la arena e iluminaba las sombras. Pasadas las horas, Renacuajito supo que quería quedarse en aquel lugar, aunque la tempestad de la noche lo hiciera sentir aún más pequeño y no le alcanzaran las ramas de los árboles para cubrirse. El viento lo sacudía fuertemente pero él continuaba amarrado al tronco de un árbol sabio que le había dicho que cuidaría de él, que sólo debía confiar y seguir luchando. Renacuajito siguió luchando porque lo único que deseaba era volver a ver el sol de la mañana para que le calentara el corazón. A la madrugada, Renacuajito habló con el árbol sabio y le dijo:
- ¿Por qué los renacuajos nacemos sin patas?
Y entonces el árbol sabio le dijo:
-Porque ahora no las necesitas. Aún no sabes caminar pero ya empezarás a hacerlo. Sólo confía en mí y ellas crecerán poco a poco.
Renacuajito no entendió bien las palabras del árbol sabio pero supo que debía esperar. Aunque no tenía patas, tenía cola y un amigo que lo escuchaba. Así pasaron las horas y al cabo de algunos sueños Renacuajito se fue despertando lentamente con la luz del nuevo día y con la esperanza de que muy pronto sus patas crecerían y le permitirían saltar".

Querido Matías:

Este es el primer regalo que te hice hace casi tres años atrás sabiendo que había aprendido a valorar una vez más las pequeñas cosas de la vida. Hoy fortalecida con tu ejemplo y la de tus papás, me animo a decir que tu vida será un aprendizaje para todos. En este importante y nuevo paso que estás por dar te acompaño con mi corazón abierto y deseo que pronto, muy pronto puedas escuchar las voces de nuestros deseos y así desarrollar el lenguaje de tus propios sueños.

¡Te quiero mucho!

La tía Carlita

lunes, 16 de noviembre de 2009

Contra el día de hoy


Odio los días en que uno debería estar contento y no lo está. Hay sol en el cielo, ruido alrededor, música en la radio pero una sensación de insatisfacción y agobio en el corazón. Hay días en que uno necesita de una palmada en la espalda que calme tanta contractura y distienda la mochila que llevamos cargada. Hay días en que uno busca entre sus páginas la mejor sonrisa de perfil para alentarse y nuevamente vuelve a repetirse que todos los días volvemos a empezar y que hay que seguir con la frente alta y la energía en positivo. Pero estas palabras caen como en una habitación de ecos que no alcanzan para el día de hoy, no son suficientes. Qué pasa cuando nos transformamos en portadores de la diplomacia social, en dadores de la energía universal, en cuentacuentos de historias divertidas, en sanadores de heridas propias, en motores de irrealidad, en solcitos de días fríos y en saludables carcajadas sostenidas por frases graciosas. A veces nos quedamos sin fuerzas. Hay días en que uno está en rojo, en naranja, en verde y otros en rosa pálido o azul claro. Hoy me he quedado con la paleta de los pasteles, a ver si mañana me levanto y otra vez brillan los colores, se saturan los sentimientos y nacen las flores. Hay que aprender a guardar un reservorio de ganas de la vida, almacenar en un rincón del cajón un poquito de sonrisas, una tajadita de chispas que nos enciendan la sangre cuando las pulsaciones se hacen más lentas y parecen apagarse. Alguna vez me dijeron que era un fueguito que brillaba con luz propia y hoy sólo me siento un fosforito que hay rasparlo para que se encienda y agitarlo al aire para que se haga más grande. Me dan bronca estos días en que uno no sabe por qué pero no quiere mirarse al espejo, no quiere encontrarse. Son esos días de humedad en que a uno le duelen las cicatrices de heridas curadas y cualquier cascarita que nos haga vulnerables. A veces es necesario no estar tan bien parado, no tenerlo todo listo, no ser tan intenso y tan visceral, no ser tan extremo. Pero uno no puede ir en contra de lo que es, en contra de la naturaleza. Aunque también es natural descansar, cerrar los ojos y no hacer de serenos para el mundo. Hoy voy a desaparecer del mapa, hoy no estoy para nadie más que para mí, hoy recibo a domicilio mimos en una cajita, hoy llamo a un delivery de besos para el alma y me compraré en la farmacia las vendas para los golpes de mis caídas. Hoy desayunaré silencio, comeré almohadas y me ducharé con agua de rosas. Me embriagaré sin ninguna razón y justamente por la sinrazón de estar revelada contra el día de hoy.

martes, 3 de noviembre de 2009

Dinamarca, Kilo, y griega


Noa y Gabriel se encontraron en Dinamarca el invierno de 2008 cuando Noa iba en busca de un fin de semana de distensión y naturaleza, mientras Gabriel ponía música en el Hygge Bar, acogedor y cómodo bar de copas del centro de Copenhague. Ambos buscaban en los bosques daneses un clima que los transportara a otra realidad. Hacía meses que sentían que sobrevivían en medio de una espiral que no los dejaba avanzar y sólo cumplían con sus obligaciones.
Gabriel tenía en su coche dos sillas de bebés y una media sonrisa hasta que conoció a Noa. Noa, amores incompletos y ganas de escapar a un sitio que volviera a ilusionarle. De repente aquella conversación les haría creer más tarde en que la vida tiene sentido justo porque existen momentos que no se saben que son especiales hasta que no pasa el tiempo y los recordamos como tales. La abuela de Noa le había enseñado a hallar un kilo de ilusión en el corazón de alguien. Le había dicho que nunca dejara de sonreír y que su energía la acompañaría para siempre. Hay gente que despierta nuestros mejores sentimientos de una manera inexplicable, hay gente que nos hace brillar desde el mismo momento en que la conocemos, hay gente que nos enciende para nunca más apagarnos.
En una conversación de sábado a la noche en un bar del centro de una isla dos almas pudieron coincidir. En Dinamarca, por un kilo de ilusión Noa y Gabriel encontraron su “i griega”, una conjunción que uniría dos palabras afirmativas: tú y yo.