domingo, 23 de enero de 2011

Lucía me ha traído hasta aquí



Ha pasado tiempo y con él un buen capítulo de mi vida. Las palabras escritas a veces se alejan para re-significarse y volver a nacer cuando verdaderamente vale la pena. Hernán Casciari se tomó algo así como un año para anunciarnos un día que estaba gestando una revista con su mejor amigo El Chiri, por qué no pude ausentarme también yo para anunciarles hoy que junto a mi mejor compañero de ruta, Gustavo, pariremos a Lucía, nuestra hija, el próximo mes de mayo. ¡Qué hermosa oportunidad para continuar sumando aprendizajes y quizás de los más importantes!
Tarta de palabras está preparando su mejor versión, su mejor plato, su mejor tarta y las sensaciones son inigualables. En este proceso en que uno se convierte en dos personas: una, la que ya venía acompañándote y, otra, la que empieza a formarse dentro de ti poco a poco para transformarte transversalmente, valoro la importancia de haber aprendido a ser yo y saber que a partir de ahí partirá mi norte. Ese es el legado que puedo dejarles de mi año 2010, un balance muy positivo. Hay gente que me ha pedido que escribiera al final del año pasado para despedir más que con creces y agradecimiento los 365 días vividos, pero he preferido esperar el comienzo de una página en blanco que siempre es un desafío y que se inicia en enero. Esperaba el impulso, la necesidad incontenible de tener que decir, la imposibilidad de no poder seguir durmiendo por tener que escribir. Extrañaba esa emoción que sólo surge cuando quiere y por eso es tan maravillosa. No hay una obligación ni una frecuencia, pero sí un compromiso con la letra que uno se resiste a romper. Lucía me ha traído hasta aquí, al lugar del gozo infinito de lo dicho, a la sutil capacidad de leerme entre líneas, al descubrimiento de lo más propio para contarles que si la felicidad tiene este lenguaje de chispas que se encienden en determinados momentos de la vida, hoy estoy en una de sus explosiones y no podía dejar de compartirlo.