lunes, 21 de diciembre de 2009

¿Cuántas Navidades tienes tú?


En esos días en que la palabra Navidad es una de las más nombradas Brisa se preguntó por su significado. Caminaba hacia la parada del bus cuando pensó que el día recién comenzaba y faltaba mucho por vivir. Cada vez que llegaba esta fecha se sorprendía y cada año aún más. Se miró a través del cristal del edificio de metal. Aquel edificio parecía encenderse cada vez que el sol pegaba contra él y refractaba la luz, la luz que le devolvía su imagen de sombras. Reflexionó entonces en qué luces se habían encendido desde la Navidad pasada. Creyó en ese instante en que la vida es un brillante que tiene muchas caras y los hombres elegimos cuál de todas queremos ver. Para los ciegos los ojos son las manos, para los sordos los oídos son los ojos, para los mudos las palabras son los sentimientos, para los necios la inteligencia, casi un imposible y para los inteligentes las experiencias, los aprendizajes.
De pequeña le habían enseñado que la Navidad era un nacimiento y más allá de Jesús el preludio de una bienvenida a un año nuevo, a una nueva luz, a nuevas experiencias, a nuevos aprendizajes, a nuevos oídos, a nuevos ojos, a nuevos sentimientos. Pero la realidad no coincidía con aquella idea temprana e ideal de lo que era la Navidad para muchos o tal vez para la mayoría. El siglo XXI se había instalado en su retina para abrumar cualquier reflexión. Parecía haber mezclado los valores y repartir con las cartas de la fortuna. Del nacimiento habíamos pasado al precio como sin darnos cuenta. El precio de un trabajador se medía en botellas de cava, el amor filial en la última versión de la play station y la concordancia de géneros con el título “Las mujeres que aman demasiado”.
Qué olvidados tenemos a los significados y con qué poco podemos significarnos.
Brisa aquella mañana llegó a su trabajo con un millón de interrogantes y una caja más pequeña y diferente a la de sus compañeros la esperaba para premiar su desempeño. Debía agradecer ser tenida en cuenta, ya que peor era que no se acordaran de ella. Hacía tan sólo días que trabajaba como “refuerzo de Navidad” en una tienda de la Plaza Mayor. El lote de Navidad, el regalo empresarial, el presente de fin de año o como quisieran llamarle estaba allí tímidamente apoyado en un rincón, esperándola y recordó entonces que estábamos en el mundo de la cuentas. ¿Cuánto vale aquel reloj? ¿Cuánto vale tu tiempo? ¿Cuánto cuesta aquella idea? ¿Cuánto cuesta tu talento? ¿Cuánto vale una caja de bombones y cuánto tu esfuerzo? Cuánta paciencia, cuánto de caja, cuánto de tiempo, cuánto de esfuerzo. ¿Cuántas Navidades tienes tú? ¿Cuántas luces se encendieron? ¿Cuántas cosas aprendiste? ¿Cuánto sabes? ¿Cuánto vales? ¿Cuánto dices? ¿Cuánto quieres? ¿Cuánto sirves? ¿Cuánto crees? ¿Cuánto amas? ¿Cuánto naces? ¿Cuánto vives?

PD: ¡Feliz Navidad y Feliz 2010 para todos!