“Fermina Daza despidió a la mayoría junto al altar, pero
acompañó al último grupo de amigos íntimos hasta la puerta de la calle, para
cerrarla ella misma, como lo había hecho siempre. Se disponía a hacerlo con el
último aliento, cuando vio a Florentino Ariza vestido de luto en el centro de
la sala desierta. Se alegró, porque hacía muchos años que lo había borrado de
su vida, y era la primera vez que lo veía a conciencia depurado por el olvido.
Pero antes de que pudiera agradecerle la visita, él se puso el sombrero en el
sitio del corazón, trémulo y digno, y reventó el absceso que había sido el
sustento de su vida.
-Fermina -le dijo-: he esperado esta ocasión durante más de
medio siglo, para repetirle una vez más el juramento de mi fidelidad eterna y
mi amor para siempre.” El amor en los
tiempos del cólera, Gabriel García
Márquez.
Gracias Gabo por los instantes hipnotizados que le has
regalado a la humanidad, gracias por hacer mágica la realidad de lo auténtico,
gracias por perpetrar historias tan simples y tan importantes para la
literatura, gracias por vivir para contarlas y morir en la intimidad entre los
grandes.
Un Jueves Santo como preludio de muerte tu alma se fue a
escribir a otro Macondo en libertad, a encontrar algún platanero de amor tropical
o una puta triste para consolar de sus cien años de soledad.
No dejes de contarle al doctor Urbino que otros cóleras acechan
a los hombres posmodernos hoy de Rusia y EEUU, mientras la nostalgia de los Buendía
se instaura en el mundo por un ferri hundido en Corea del Sur y Fermina Daza no
es la única de luto porque todos sentimos el eco de
tu partida.